viernes, 28 de noviembre de 2014

Santa Teresa de Jesús en Burgos (Parte II)

Continuamos con la historia que dejamos inconclusa sobre las andanzas de santa Teresa de Jesús en Burgos donde vino a fundar un nuevo convento de Carmelitas Descalzas el 26 de enero de 1582.
En la primera parte la habíamos dejado a ella y sus monjas instaladas en la casa de doña Catalina de Tolosa, su principal benefactora en Burgos.
Ahora, después de un mes de su llegada, la Madre y sus seguidoras se trasladan al Hospital de la Concepción en el barrio de San Cosme.
Continúa la negativa por parte del arzobispo Cristóbal Vela a otorgar la licencia de fundación y la santa, que no se rinde, sigue buscando alguna casa que pueda servir al propósito de instalar el nuevo convento.

Veamos cómo sigue:

Teresa, siempre positiva, cuenta las peripecias de su traslado y lo estupendo de su nuevo alojamiento en el Hospital de la Concepción, que es un primor de modernidad y que sin salir del recinto pueden acudir a la eucaristía cotidiana. No están tan de acuerdo una de las monjas y el propio Gracián, que escriben:
[lo asignado a las carmelitas] era unas piezas en lo más alto a teja vana. Y Gracián: alcanzamos en que las dejasen en unos malos aposentos de un hospital
 Parece ser que la realidad estaba más cerca de lo que nos cuentan ellos, porque el espacio cedido a las monjas estaba sobre una galería de enfermos en la que había 26 camas. Aquel espacio cerrado y ocupado por enfermos generaba un aire espeso de malos olores que invadía las estancias de las carmelitas. A ello habría que unir los gritos y lamentos de los enfermos, el frío y los piojos. Todo este cuadro de humillantes calamidades constituía una constante mortificación para las monjas.
La madre Ana de Jesús escribió años más tarde:
Las monjas verbeneaban en piojos
Cosa hasta cierto modo normal, en un tiempo en el que los parásitos atacaban a todo cuerpo humano del rey para abajo.

Fue en este barrio de San Cosme donde aconteció una anécdota simpática de la que hay testimonio gráfico que aquí mostramos y cuya copia guarda este Archivo y es que según la leyenda, porque esto no lo cuenta la santa, pero tiene ciertos visos de verdad, en el grupo de monjas que la acompañaban las había jóvenes y bien parecidas y en el barrio había mozalbetes que guiñaban, las piropeaban y algún grupo de gente debió de decir alguna incongruencia a las monjas, entonces el fraile que las acompañaba se sintió ofendido y quiso replicar a los entrometidos; y que a la Santa se le escapó:
¡Déjelos, mi padre, qué son unos chamarileros!
A los vecinos cayó en gracia lo de chamarileros y a los pobladores del barrio les gustaba llamarse así y que así les llamasen.
Mientras tanto el arzobispo Cristóbal Vela se mantiene en sus trece de negar el permiso para la nueva fundación. Por primera vez en su vida, Teresa parece ser derrotada en el arte de dialogar. El padre Gracián tira la toalla ante tanta negativa y abandona Burgos desolado. Por suerte para la Madre aparece en escena la providencial figura del médico Antonio Aguilar.
Al trasladarse al hospital lo tuvieron como vecino y esa proximidad permitió al médico intensificar sus visitas. Ya la había asistido en su primer día en Burgos y halló que traía una notable destilación de garganta y lengua. Fue él quién encontró la casa de los Mansino, lugar donde irá el nuevo convento.
Aguilar pasó a ser amigo, admirador y servidor incondicional de Teresa. Su testimonio formado en estos días es interesante:
Conoció a la dicha Santa, que decía ser de sesenta y siete años por la cuenta, tan desencuadernada y desencajados los huesos, que fuera lástima que se le debía de tener […] que tenía convulsiones, desmayos, destilaciones, vómitos y otra inmensidad de males. Llevábalos con tanta paciencia, que era cosa que espantaba, sin quejarse, ni ser enfadosa …
Tampoco paso desapercibida entre los enfermos del hospital según dejo escrito Ana de Bartolomé:
Decían los pobres a la hospitalera que les llevase muchas veces allá a aquella santa mujer, que les consolaba mucho, solo verla parecía que se le aliviaban los males. Díjonos la misma hospitalera que, cuando supieren que nos íbamos de allí, que los habían hallado llorando y muy afligidos por saber que se iba la Madre
Y así era, al fin habían encontrado ese lugar idóneo para fundar el nuevo convento. Parece cosa curiosa que no pudieran hallar prontamente dicho solar o casa cuando Burgos sufría ya por estos momentos una gran despoblación. En Burgos, escribe, hay falta de sitios.
Y apenas hubo llegado dijo:  
No están en la prosperidad que solían  
Y así era, los negocios y las finanzas habían decaído sensiblemente y habían tomado el rumbo del derrumbe definitivo.
Después de todo este tiempo en el que la santa estuvo recorriendo calles y solares en busca de emplazamiento para el nuevo convento sin obtener resultados satisfactorios, Antonio Aguilar hizo el hallazgo definitivo: las casas de los Mansino extramuros, al lado izquierdo del río, no lejos del hospital e iglesia de San Lucas. Por fin tenían el lugar donde hacer la fundación:
Concertose que la fuese yo a ver. Contentóme en extremo.
La ingenuidad de la Madre fue reprendida por el buen sentido de Aguilar que le dijo:
Vuestra Reverencia disimule lo bien que le ha parecido la casa, porque cada palabra que en favor diga, le ha de costar mil ducados...
El 16 de marzo de 1582 se ratificó la venta de la casa, cercado, corrales, huerta y árboles de fruto. El documento que así lo atestigua está custodiado en el Archivo (HI-4799). Lo firman Teresa de Jesús, testigos y el escribano Juan de la Torre Frías.
Como cosa curiosa cabe contar que se aprecia alrededor de la firma de la santa un tono distinto al del resto del documento. Esto es debido a que durante todo este tiempo ha sido requerida para ser besada por su fama de milagrera.
La acomodación de la casa comenzó inmediatamente. Se trasladaron ella y las monjas a la nueva residencia el día de San José, sin mucho trabajo, porque del hospital de la Concepción poco tenían que llevar y aunque el 24 de mayo el río Arlanzón se desbordó y la riada rebasó las tapias e inundó la casa y hubieron de refugiarse en el piso alto, escribe:
 Es un deleite. Es verdad que luego que la vi […] me parecía cosa de sueño […] porque de huerta, vistas y agua no parece otra cosa
  Ya cumplían el requisito que había impuesto el arzobispo de contar con casa propia, pero que se hubiesen trasladado a la nueva casa sin su licencia le había enfadado mucho.
Le aplaqué todo lo que pude, que como es bueno aunque se enoja, pásasele presto ...

Escribe fray Valentín de la Cruz que don Cristóbal era un enigma y para él mismo el primero. Sus enojos y simpatías alternaban rítmicamente. Un día se presentó en la casa de los Masino. Gesto que revelaba la gran importancia de la santa y del que se dio cuenta todo Burgos, pues era difícil que un arzobispo y todo su séquito pasase desapercibido.
Vino a ver la casa y contentóle mucho y mostrónos mucha gracia, mas no para darnos licencia, aunque dio más esperanzas
Tampoco la tenían para celebrar misa y de nuevo habían de salir al hospital de San Lucas que tenían cerca. Quedaba el fleco de la renta mínima exigida por su ilustrísima, último pretexto para no conceder la licencia. De nuevo Catalina de Tolosa salió en su socorro aportando buena parte de esta renta, que junto con otros vecinos se vio completa. Esto fue de cara a convencer al señor arzobispo, pues una vez concluida la fundación y para seguir la norma de pobreza de la Orden se devolvieron las rentas.
Ahora quedaba que Teresa echase el resto para convencer al cerril arzobispo de dar la dichosa licencia. Y así fue, por fin las defensas del prelado cayeron ante los argumentos de la Madre y el 18 de abril concedió la licencia. Le dieron el nombre de convento de San José de Santa Ana.
Don Cristóbal Vela, por la Santa sede Appostolica arzobispo de Burgos, del Consejo de su Majestad. Por la presente permitimos y damos licencia a vos, la madre Theresa de Jhesús y religiosas [...] para que en el sitio que aveis comprado [...] podáis hacer, planta y edificar un monasterio e iglesia de la dicha Orden  para la havitación y morada vuestra y de las que después de vos sucedieren en el dicho monasterio y donde en adelante celebrar el Oficio divino...
Tras esto la fundación ya estaba terminada y debía seguir camino. Aquí escribió el capítulo 31 de su libro Las Fundaciones que está dedicado a Burgos y nos dice:
... después de comulgar, me dijo el Señor: ¿En qué dudas? que ya esto está acabado; bien puedes ir  [...] y luego traté de mi partida, porque me parecía que ya no hacía nada aquí más de holgarme en esta casa, que es muy a mi propósito, y en otras partes, aunque con más trabajo, podía aprovechar más ...

Así, hacia el día 29 de julio salió de Burgos. Lo hizo sin prisas, haciendo visitas de despedida y repartiendo bendiciones. Especialmente emotiva debió de ser la separación de Catalina de Tolosa, mujer sin cuyo concurso hubiese sido imposible esta última fundación. Sabiendo ambas, además, que ya no habrían de volverse a ver sino en otra vida.
Atrás quedaron seis meses de fatigosa lucha y también de enriquecedoras vivencias. Burgos y Teresa quedaban definitivamente unidos. Burgos añadía a sus muchos títulos el de ser plaza teresiana.


1 comentario:

  1. La Iglesia conmemora el quinto centenario y como tal ha ofrecido algunas conferencias, no presté demasiada atención. Me han gustado más estos escritos.Gracias.

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Gracias por su comentario.