Sin embargo, para mucha gente, Alfonso VIII es el débil rey amante de la judía de Toledo, según la perspectiva ofrecida entre otras obras por la dieciochesca Raquel, del extremeño García de la Huerta.
Por ello y quizá para subsanar este error, múltiples instituciones han dedicado al monarca exposiciones, conferencias u homenajes con el fin de recordar tan trascendente figura en la historia de la Península Ibérica y en la de nuestra ciudad en particular.
Nosotros no queríamos ser menos y por ello cerramos el año dedicando esta entrada al que podríamos titular de rey burgalés, aún sin serlo, porque, como veremos, Burgos gozaba como pocas ciudades del aprecio de Alfonso VIII. En Burgos tuvieron lugar los grandes acontecimientos de su vida: la proclamación de su mayoría de edad y el comienzo de su reinado sin tutor y su boda con Leonor. Era en Burgos donde paraba entre uno y otro viaje y donde quiso quedarse por toda la eternidad junto con su esposa e hijos en el panteón real del monasterio cisterciense de Santa María la Real de Las Huelgas donde reposan sus restos.