lunes, 17 de noviembre de 2014

Santa Teresa de Jesús en Burgos (Parte I)

Si a la mayoría de nosotros nos pidieran nombrar tres santos que en el mundo han sido, casi con toda seguridad, entre los elegidos estaría santa Teresa de Jesús. Sobre esta mujer, ya conocidísima en su tiempo, se han llenado infinidad de páginas. Se le ha denominado «santa universal» y ha sido copatrona de España en tres ocasiones, la última en 1812 declarada por las Cortes de Cádiz.
Este año se cumple el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús y arranca el Año Jubilar Teresiano 2014-2015, que celebrarán especialmente todas las ciudades que tuvieron alguna vinculación con la santa. Una de esas ciudades es Burgos.
Santa Teresa estuvo en Burgos para lo mismo que en todas partes, para fundar. Y siendo Burgos, en tiempos de la santa, una ciudad tan principal, no podía olvidarla en sus propósitos. Aunque se dedicó a ella en la recta final de su vida, en 1582, pocos meses antes de su muerte.
La Fundadora vino a Burgos con una idea sencilla: llegar a la Cabeza de Castilla y recogerse en el domicilio de doña Catalina de Tolosa: al día siguiente, erigir la fundación canónica de la casa de tal señora, mediante la celebración de la santa misa y la lectura de las licencias del arzobispo, Cristóbal Vela y del padre Provincial Jerónimo Gracián. Inmediatamente recorrer la ciudad y elegir el sitio más a propósito y en él la casa más cómoda, que se trocara en un nuevo monasterio. Instalada y encaminada la nueva comunidad la Fundadora podría volverse a su base. Así de simples eran los planes, que como veremos, la postura de monseñor Vela se encargará de desbaratar.

Escribe Anselmo Salvá que Santa Teresa como mujer debía de ser muy simpática y que agradaba muchísimo por su conversación, por las ideas, por la soltura y por su gracejo. Por todo ello la santa tenía en vida muchos devotos y Burgos no escapaba a sus encantos, porque si antes de venir contaba con muchos entusiastas, ganó muchos más durante su estancia en la ciudad. El nuncio papal F. Sega no opina lo mismo porque de ella decía:  
Es fémina inquieta y andariega, desobediente y contumaz
El 2 de enero de 1582 salió de Ávila rumbo a Burgos y llegó el día 26 después de casi un mes de viaje en lo más duro del invierno. En nuestra ciudad estará justo medio año.
Esta idea de venir a fundar a Burgos arranca de mucho antes, de 1576, pero por culpa de una serie de enredos la fundación del Carmelo burgalés se fue aplazando.
En 1577 se cae por la escalera y se disloca el brazo izquierdo. De dicha caída queda “manca” para largo, dice ella.
En 1580 una enfermedad que contrae en Valladolid le hace sentirse acobardada, anciana y enferma:
        Vieja y tan enferma … desflaquecida
       Diome una enfermedad tan grave, que pensaron muriera.
Al verse así de débil no encuentra fuerzas para enfrentarse al clima burgalés. Le dice a su gran amiga María de San José de Sevilla: Burgos es tierra frigidísima. Lo repetirá en cartas sucesivas y en su libro de las Fundaciones, aunque ya no con este superlativo.
Por el miedo a nuestros fríos está decidida a no venir en persona a la fundación, pero una voz interior le dice:  
        No hayas miedo de esos fríos, que yo soy la verdadera calor […] y no dejes de ir en persona que se harán gran provecho
Puede decirse entonces que la fama de Burgos en lo frío viene de lejos.
El viaje fue realmente penoso y más para una mujer de su edad y como se dice delicada de salud: aguas, fango, ríos desbordados, carretas atolladas, mulos bravos… Ana, una de las monjas que la acompañaba, escribe al llegar a Burgos:
       Llegamos con tan grande agua, que iban las calles como ríos
Esperaron a la noche para entrar en Burgos por el Arco de Santa María en dirección a la casa de doña Catalina de Tolosa, en Huerto del Rey, a espaldas de la catedral.
Catalina de Tolosa fue la principal benefactora de la causa fundadora. No solo acogió a Teresa y las monjas que la acompañan en su casa, dándoles todo lo necesario, sino que además antes de su llegada, doña Catalina, había obtenido la licencia del Concejo de la ciudad y había recabado simpatías y admiración a favor de la Madre.
Efectivamente el Concejo de la ciudad autorizó el 7 de noviembre de 1581 el establecimiento de las Carmelitas. Y desde un principio lo tendrá como aliado. A los pocos días de su llegada anunciaron a la Madre que se presentaría el Concejo en casa de doña Catalina. Ella piensa que la visita será para ponerle algún inconveniente, porque como este tipo de conventos suele atraer a mendicantes, las instituciones suelen también oponerse a su fundación, pero nada más lejos a este pensamiento.
      Luego, otro día, me vinieron todos a ver y en ciudad, que ellos no estaban arrepentidos de lo que habían dicho, sino que se holgaban que fuese venida, que viese en qué me podían hacer merced.
En el lado opuesto, como hemos adelantado, el arzobispo Cristóbal Vela de Acuña, que declaró abiertamente que se oponía a la fundación. Choca que su paisano, vecino y que algunas fuentes citado como pariente - el tío del arzobispo era el padrino de la santa - se opusiera con tal contumacia a Teresa y a su labor de fundación del nuevo convento.
Jerónimo Gracián, discípulo y amigo de la santa, fue a visitarlo para interceder a favor, pero regresó totalmente desalentado de dicho encuentro:
       Hallóle tan alterado (al arzobispo) y tan enojado porque me había venido sin su licencia … y así habló al padre Provincial (Gracián)  enojadísimo de mí ...
El arzobispo le dijo que no quería a las carmelitas y que por supuesto para que él otorgara la licencia, era condición indispensable que tuvieran casa propia y renta bastante, que además no debía provenir de las dotes de las monjas.
     Si no había renta y casa propia que en ninguna manera daría la licencia, que bien nos podíamos tornar…¡Pues bonitos estaban los caminos y hacía el tiempo!

El arzobispo se  negaba sistemáticamente a todo lo que pedía la santa. No solo no concedía la licencia para la fundación, sino que incluso se negó a que se pudiera celebrar la eucaristía en la casa de doña Catalina, obligando por tanto a las monjas a salir de su clausura para asistir a la misa. Así escribía Gracián:
 Cuando iban el día de fiesta a la iglesia, habíamos de andar buscando zapatos y mantos negros, que a unas les arrastraban, otras iban de mal talle; la gente seglar las murmuraba no sabiendo muchos quien fuese aquellas tan desmalazadas; y no tenían seglar que las escuderase, sino mi compañero y yo, que las íbamos a decir misa llevándolas en dos veces, por no haber mantos para todas … y los que nos conocían murmuraban diciendo que era gran liviandad aver traído ocho monjas a fundar en el ayre, sin licencia del arzobispo ni fundamento de monasterio.
Esta situación cambió un mes después cuando abandonaron la casa de doña Catalina para trasladarse al Hospital de la Concepción en el barrio de San Cosme. 

¿Quieres saber cómo termina esta historia? No te pierdas la segunda parte.
Continuará...

4 comentarios:

  1. Muchas gracias Susana por tu amable comentario.
    Y os doy también otro aplauso más grande por lo que hacéis en vuestro blog “Biblioteca”. Los alumnos disfrutarán mucho con todo lo que en él les proponéis. Enhorabuena

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  2. Muy oportuno el artículo ya que este año se cumple el quinto centenario del nacimiento de la Santa. Muy bien documentado. Sigue escribiendo, Pilar, ya que hay muchos personajes y momentos de la historia de Burgos que apenas conocemos. Muchas gracias

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    1. Gracias por las palabras de ánimo. Desde el archivo queremos dar a conocer personajes y acontecimientos importantes para nuestra ciudad, cuyas historias conocemos mejor gracias a los documentos que custodiamos.

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Gracias por su comentario.