Isidoro Gutiérrez de Castro |
Desde hace varios años venimos realizando conjuntamente con el profesor Joaquín García Andrés un programa didáctico titulado: Asesinato en la catedral.
En él los alumnos de educación secundaria investigan un suceso del los que pocos burgaleses tenemos noticia y eso que fue nada más y nada menos que el asesinato del Gobernador Civil de Burgos y que se produjo en un lugar no menos sorprendente y emblemático, la Catedral.
Sí, es cierto que fue hace más de un siglo, en 1869, pero asombra que un acontecimiento tan truculento y macabro no haya permanecido en la memoria colectiva de la ciudad. Quizá no se recuerde por eso precisamente, por ser demasiado salvaje como para no avergonzarse de lo sucedido y quizás también por ello las siguientes generaciones quisieron guardarlas bajo la alfombra del olvido. Pero aquí estamos nosotros para recordarlo y no porque nos guste el morbo ni lo macabro, sino por eso de que “quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.
Estamos en 1869, un año después del triunfo de la llamada Revolución Gloriosa que terminó con el reinado de Isabel II. El nuevo gobierno de corte liberal perseguía una sociedad más laica y un menor poder por parte de la iglesia.
Dentro de este marco y, con el fin de salvaguardar el patrimonio cultural, el 1 de enero de ese año el ministro de Fomento del Gobierno provisional Manuel Ruiz Zorrilla firmó un decreto que decía:
Artículo 1º: El Estado, y en su nombre el Ministro de Fomento, se incautará de todos los Archivos, Bibliotecas, Gabinetes y demás colecciones de objetos de ciencia, arte o literatura que con cualquier nombre estén hoy a cargo de Catedrales, Cabildos, Monasterios u Órdenes Militares.
Artículo 2º: Esta riqueza será considerada como nacional y puesta al servicio del público, en cuanto se clasifique, en las Bibliotecas, Archivos y Museos nacionales.
Gobierno Provisional en 1868 |
Naturalmente desde el gobierno sabían que este decreto sería recibido con una frontal oposición por parte de los estamentos eclesiásticos, por lo que el ministro ordenó a todos los gobernadores civiles que realizaran el inventario de los posibles bienes a requisar con la máxima discreción. Pero siendo una orden que tenía que pasar por varias manos, lo de la discreción se antojaba misión imposible. Muy al contrario llegó a oídos de la jerarquía eclesiástica que puso en pie de guerra al católico pueblo español contra tamaña tropelía.
El gobernador civil de Burgos encargado de llevar a cabo esta orden era Isidoro Gutiérrez de Castro, nuestro malogrado protagonista.
Daremos algunas pinceladas biográficas diciendo que nació en Jerez de la Frontera en 1824. Que estudió en los Jesuitas en Inglaterra, y se formó como historiador en Francia, Bélgica y Alemania. Que fue redactor jefe del Diario de Jerez. Que sus ideas liberales le llevaron a dedicarse a la política ocupando diferentes cargos durante el Gobierno Liberal. Y que finalmente su participación activa en la Revolución de 1868, le granjeó el nombramiento de Gobernador Civil de Burgos.
Ese 25 de enero de ese 1869 a las 10 de la mañana y en cumplimiento de la citada orden se presentó el gobernador en la puerta de la catedral. Frente a la pequeña comitiva que acompañaba al gobernador les esperaba toda una multitud congregada para impedir lo que consideraban un expolio y un sacrilegio.
El gobernador ordenó que le franquearan el acceso al archivo, situado en los claustros, y que cerraran después las puertas. Apenas había entrado, la masa irrumpió en los claustros gritando:
¡Nos quieren robar! ¡Viva la religión! ¡Muera el gobernador! ¡Viva Carlos VII!
Efectivamente toda esa turbamulta además de estar instigada por los poderes eclesiásticos, también lo estaba por los sectores más conservadores y carlistas.
El gobernador no se dejó amedrentar y pidió al deán que le abriera la puerta del archivo. A partir de aquí los hechos no están claros en cuanto si la puerta de acceso al claustro se dejó abierta por descuido o a propósito, pero lo cierto es que esa masa cada vez más enloquecida se ensañó con el gobernador en un abominable linchamiento, ante la pasividad de los canónigos que le acompañaran y sin que apareciera ningún agente de la autoridad en su socorro.
Linchamiento del gobernador en la puerta del Sarmental |
Esa multitud enfurecida rodeó al gobernador y comenzó a golpearlo. Entre todos lo sacaron a empellones hasta las naves del templo donde siguieron golpeándolo, y al final, inconsciente, lo arrastraron hasta la puerta del Sarmental. Allí lo desnudaron y se ensañaron mutilándole alguno de sus miembros. Luego le ataron una faja a los pies y su cuerpo fue arrastrado hasta la plazuela contigua, donde lo abandonaron.
Como hemos dicho que no nos mueve el morbo a la hora de relatar este capítulo de la historia burgalesa, no daremos más detalles, consideramos estos ya suficientes para hacerse una idea de cómo debió de ser este horrible suceso.
Ahora entenderemos mejor por qué no es algo que se haya contado de generación en generación, sino que se haya acallado como signo de profunda vergüenza y tristeza.
Pero creemos, como así manifiesta a la mínima oportunidad el profesor Joaquín García Andrés, que la figura de Isidoro Gutiérrez de Castro merece ser rehabilitada y no caer en el olvido.
Como cabría esperar la noticia saltó a todos los medios de comunicación tanto nacionales, como internacionales, llenando de estupor y repulsa a todas las gentes de bien.
En Madrid al conocerse lo sucedido se produjo una manifestación multitudinaria ante la Nunciatura, con insultos al Papa, a la Iglesia y al clero, y vivas a la libertad de culto.
The murder in Burgos Cathedral |
El periódico británico The London Ilstrated News también se hizo eco de la noticia con el titular: The murder in Burgos Cathedral
Como responsables de semejante hecho fueron arrestadas más de 140 personas, entre ellos, varios miembros del Cabildo. Fueron juzgadas unas 60 personas en una veintena de procesos.
Los detenidos eran, en general, gente humilde, de escaso nivel cultural, la mayoría jornaleros analfabetos.
De todo el proceso y de los nombres de quienes al final pagaron o no por este crimen no diremos nada y no porque queramos hacernos los interesantes, que puede que también, sino porque para todo el que quiera saberlo tiene que acudir a nuestro programa Asesinato en la catedral.
Genial. Cómo se nota la profesionalidad de este Archivo. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias.
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