lunes, 7 de abril de 2014

Invitando al monje

El documento original más antiguo del Archivo Municipal data de 1091. Es contemporáneo, por tanto, del Cid, seguramente el burgalés más ilustre. Lo mandó redactar Alfonso VI —aquel de quien el Cantar de Mío Cid dice que desterró a tan ilustre caballero de Castilla— con el fin de atraer al monje más famoso de la época, Adelelmo, conocido en la actualidad como san Lesmes.
Aunque tratemos de imaginar cuál habrá sido la historia de este documento en estos casi mil años (923), seguramente no podamos descifrarla. Pero al menos sabemos que, custodiado en el archivo del Monasterio de San Juan, ha sobrevivido a incendios, a saqueos, al olvido y al caótico traslado a las dependencias del Ayuntamiento de Burgos, hasta su ubicación definitiva en el Archivo Municipal.

Alentado por la reina Constanza, el 3 de noviembre del año 1091 el rey Alfonso VI concede al monasterio francés de San Roberto de Casa Dei en la persona de san Lesmes, el monasterio de San Juan Bautista, situado en las proximidades de la ciudad de Burgos, dotándolo con un coto, un horno, un molino y los derechos reales de la villa de Cótar, al tiempo que declara su inmunidad. Éste es el documento fundacional del Monasterio de San Juan, el original más antiguo que se conserva en el Archivo Municipal de Burgos. Es un privilegio escrito en latín sobre pergamino de gran valor histórico por su antigüedad y contenido. Signatura SJ-1/1

Documento de donación del monasterio de San Juan (1091)

Gracias a una copia documental datada en el siglo XIII tenemos constancia de que ese mismo día Alfonso VI dona también a san Lesmes la capilla de San Juan Evangelista, cercana al monasterio, para que sea destinada a lugar de entierro de pobres y peregrinos, con las mismas dotaciones asignadas al monasterio.

Con estas concesiones y el patrocinio de la corona de Castilla, los monjes benedictinos llegaron a la ciudad de Burgos para ocuparse de la atención de menesterosos y caminantes en su marcha hacia Santiago de Compostela. Y al frente de ellos, como hemos dicho, san Lesmes, un monje francés que se instalaría definitivamente en Burgos.
Y que no sólo se dedicó a las labores espirituales que le proporcionaron fama de santidad entre sus contemporáneos, sino a otras más mundanas como la construcción de unos canales de drenaje en las zonas más bajas de los suelos enfangados entre los ríos Pico y Vena, mejorando la salubridad de toda la zona y permitiendo así su uso como tierras de cultivo, pasto o suelo urbano. Al fin y al cabo, aunque ahora está situado en pleno centro, el monasterio se encontraba fuera de los muros de la ciudad, en lo que entonces eran los arrabales orientales.

La atrayente presencia de san Lesmes en el monasterio y la constante afluencia de peregrinos hacia el sepulcro del apóstol en Santiago fueron un factor determinante para que la ciudad comenzase su expansión urbanística en dirección Este-Oeste, ofreciendo en el plano esa forma alargada que aún mantiene.

Después de una larga vida de auges y depresiones, el monasterio de San Juan cesó su actividad monacal con la desamortización de 1836. Del edificio primitivo poco queda después de ser profundamente transformado tras un incendio que sufrió en el siglo XV. En la actualidad, después de haber servido hasta de prisión, es la sede del Museo Municipal Marceliano Santa María. La capilla antes mencionada cedió su espacio a la actual iglesia de San Lesmes, el patrón de nuestra ciudad.

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