miércoles, 28 de octubre de 2015

Burgos en la guerra de las Comunidades de Castilla o Donde dije digo, digo Diego. Parte I



En TVE y en horario de máxima audiencia se está emitiendo la serie Carlos, Rey emperador. Y nosotros, aprovechando esta tesitura, hemos querido mostrar al mundo a través de las redes sociales el rico patrimonio que custodiamos sobre esta época, con el fin de acercar al gran público la labor que realizamos en los archivos.
Revisando esta documentación para ir presentándola en Twiter, hemos comprobado que la referente a las Comunidades de Castilla era muy rica y que nuestro predecesor, el archivero Anselmo Salvá –cronista de la ciudad– había escrito un libro sobre ellas basándose casi exclusivamente en la documentación de nuestro archivo. 
Y como en la citada serie de televisión este tema ha sido tratado muy por encima y el caso burgalés mucho más, nos hemos propuesto escribir sobre ello apoyándonos principalmente en los estudios de Salvá y en los propios documentos.

Las guerras de las Comunidades son consideradas por muchos historiadores como la primera revolución moderna y pudo haber cambiado, de haber triunfado, no solo el futuro de Castilla y por ende el de España, sino el de toda Europa. Los comuneros fueron contra un rey que consideraban extranjero y que venía a aprovecharse de los recursos de Castilla para sus aventuras personales.  

En ello Burgos tuvo mucho que decir y su forma de actuar, como veremos, condenó al fracaso este movimiento. Desde aquí adelantamos que para muchos que no hayan leído o escuchado nada sobre el tema quizá la actitud de los burgaleses les llame, cuando menos, la atención. Pues Burgos pasó de ser la más beligerante ciudad comunera, a convertirse en la más firme aliada y la más fiel al poder real, ganándose desde entonces el título de Muy Más Leal.

El término comunero se emplea para todo aquel que luchó contra el rey Carlos I entre 1520 y 1521. Tomaron su nombre del término "Comunidades" que apareció por vez primera en un escrito de protesta al rey con motivo del desvío de impuestos de Castilla:
[...] Pedir al rey nuestro señor tenga por bien se hagan arcas de tesoro en las Comunidades en que se guarden las rentas destos reynos para defendellos e acrecentarlos e desenpeñarlos, que no es razón Su Cesárea Majestad gaste las rentas destos reynos en las de otros señoríos que tiene […]
Para empezar pongamos en antecedentes la situación de España. Tanto Isabel la Católica en su testamento (1506), como después su esposo Fernando el Católico en 1516, dejaron sus reinos a su hija Juana y como gobernador general a su nieto Carlos, por si la reina no podía o no quería reinar. Era bien conocida la incapacidad de Juana, encerrada por su padre en Tordesillas desde 1509. Carlos tenía 16 años cuando se le encomendó esta labor. Recibió la noticia en Flandes, de donde era natural y donde se había criado. El joven Carlos, dio muestras en seguida de lo que más tarde mostrará, y no se conformó con ser gobernador, sino que desde ese momento comenzó a llamarse rey y a encabezar los documentos con este título, cuando en verdad no era más que príncipe:
Dona Iohana y don Carlos su hijo por la grazia de Dios reyna y rey de Castilla de León de Aragón […]
 Por eso nos dice Salvá que cuando don Carlos empezó a titularse rey, porque sí, y cuando ordenó que por rey se le proclamara en Castilla, Burgos reclamó contra este desafuero. Incluso tiempo después de que como rey de Castilla hubiese sido proclamado, los burgaleses en varias cartas y mensajes, siguieron llamándole príncipe.

Desde el momento en que Carlos asumió la labor de gobernar Castilla, no hubo ciudad castellana que no reclamase su presencia en estos reinos, pues el nuevo rey aún permanecía en Flandes, de donde no se había movido. Burgos, fue más allá y, reasumiendo todos los poderes, como Cabeza de Castilla y primera en la voz, acordó nada menos que convocar Cortes para paliar el desgobierno que decían padecer. Salvá nos dice que si entonces Burgos hubiera querido, habría promovido una completa transformación en el reino. Pero por no causar males mayores, dio marcha atrás, obedeció la orden del monarca y desistió de reunir a las Cortes. Carlos escribe carta a Burgos (HI-330) en abril de 1517 diciendo:
No debiendo hacerlo sin licencia real, suspendan el juntarse, que yo vendré en breve
 Aquí vemos los primeros indicios de rebeldía, aunque prontamente sofocados. Sin embargo lo que no se sofocaba era el descontento de todos los castellanos que denunciaban:
La tardanza del rey en venir a sus reinos de España, la venida, en cambio, de extranjeros con ciertos poderes y ciertos cargos, la intrusión, a la sombra de aquellos, de otras mil gentes extrañas, el desconocimiento y el abandono de los usos y prácticas de Castilla, y, sobre todo, el tráfico que se hacía en Flandes con los empleos de España y el hecho de que en aquellos países se consumía todo cuanto los españoles daban y todo cuanto en tierra española se producía.
Para colmo el rey ordenó desde Flandes que el Castillo de Lara, perteneciente a Burgos, se entregase al francés Jofre de Cotannes. La ciudad absolutamente indignada se negó en redondo a cumplir el mandato real. Así se inició un periodo de disputas, reclamando Jofre, negándose el Ayuntamiento. Retengan este nombre porque más adelante y en plenas guerras de las Comunidades volverá a salir a colación, con muy mal final.

El caso es que el nuevo soberano no paraba de tomar decisiones que encrespaban más y más los ánimos de los castellanos y seguía sin arribar a España.

Después de una larga espera llegó por fin el 19 de septiembre de 1517 a las playas asturianas. "Traía además el joven monarca estupenda baraja de flamencos", entre ellos sus consejeros Guillermo de Chievres y Adriano de Utrecht. Todos extranjeros, todos desconocidos, ni el propio rey sabía ni una palabra de castellano.

Una vez en España, el siguiente paso era ser jurado por las Cortes y él hacer lo propio con las libertades castellanas. Y era costumbre que las primeras Cortes se celebraran en Burgos como cabeza del reino, pero según nos dice Salvá, se celebraron el Valladolid porque:
Con el rey flamenco venían, por lo visto, en vez de todas las venturas, todas las plagas, y en Burgos se desarrolló entonces tal peste, que apenas quedaron vecinos
En las Cortes de Valladolid (1518) el monarca empezó con mal pie, pues junto a él aparecieron como presidentes dos personajes flamencos. Los representantes castellanos pusieron el grito en el cielo y Zumel, el representante de Burgos, en nombre de todos como primera voz, lanzó una rotunda protesta ante aquella infracción de todos los fueros, de todas las leyes y de todas las costumbres. Se produjo un gran tumulto y al final consiguieron que el rey jurara que no iba a poner cargos extranjeros. Asimismo los procuradores pidieron muchas cosas dando voz al sentir de todo el pueblo. Entre ellas pidieron respeto y buen trato para la reina doña Juana, que no debía de estar muy bien tratada, y a la que los castellanos no olvidaban nunca. También, pidieron que el rey hablase castellano para que los españoles se entendieran directa y francamente con él. Y los de Burgos pidieron que ratificara la propiedad del castillo de Lara para la ciudad. El rey en ese momento y por salir del paso dijo que ya se vería, pero posteriormente ordenó que fuera entregado al francés Cotannes. Parece ser que el rey estaba empeñado en enfadar a todo el mundo y a Burgos en particular. La ciudad nuevamente, se negó a acatar las órdenes regias.

Dejando a todos sus súbditos castellanos muy disgustados y en especial a los de Burgos, como hemos visto, el rey partió hacia Aragón primero y Cataluña después, para que catalanes y aragoneses le reconocieran y juraran como rey legítimo.
No sin antes haber visitado en Tordesillas á su madre, á la que dejó, tan encerrada y tan ensimismada como estaba
En Barcelona recibió don Carlos la noticia de la muerte de su abuelo Maximiliano, rey de romanos y emperador de Alemania.
Creyéndose entonces con derecho al imperio alemán, de importancia extraordinaria, el joven rey de España lo solicitó, frente al rey de Francia Francisco I y después de  trámites, intrigas y compra de votos de los electores alemanes, lo obtuvo casi por unanimidad el 28 de junio de 1519.

Sin haber tomado todavía posesión del imperio, empezó a usar en las Reales Cédulas (HI-2715) los títulos de rey de romanos y emperador Semper augusto, anteponiéndolos a todos los demás, como al de rey de Castilla.
É hizo más: echó el nombre de su madre, la legítima reina de España, al último rincón, esto es, detrás de los poco menos que inacabables títulos con que él ocupaba cuatro ó seis renglones de aquellos documentos.
Esta innovación molestó mucho en Castilla, que se unía a los motivos de enfado ya existentes, y por si fuera poco, Carlos dio todavía un disgusto más. Anunció que quería convocar Cortes en Santiago de Compostela, nada menos que para pedir un servicio de dinero con que efectuar el viaje de su coronación.
El lugar era desusado, el motivo por todos conceptos desagradable, el fin injusto é irritante. En todo se notaba el dominio absoluto de los extranjeros, el desprecio del rey á los castellanos y el propósito de sacar á España hasta la última gota de su dulce y fortaleciente jugo.
Para dirigirse a Santiago el rey debía pasar por Burgos. Y la ciudad no quería perder ocasión para mostrar su disgusto por las medidas tomadas y hacerle las peticiones pertinentes. Por ello le exigió al rey que antes de entrar en la ciudad debía firmar los fueros (HI-680) y libertades burgaleses. Y así pasó. El 21 de febrero de 1520 llegó en dirección entre el puente de san Pablo y Vega.
Delante del tropel, cabalgaba, gallardo y elegante un joven, casi un chico, que se dirigía certera y majestuosamente hacia el puente y al poco tiempo entraba en él, seguido de todo aquel numeroso acompañamiento, dando frente á la memorable puerta de Santa María de Burgos.
Cerrada la dicha puerta de Santa María y estando en ella los Sres. Joan de Rojas, Merino Mayor y el Doctor Juan de Zumel, Escribano Mayor, con un libro misal donde estaban escriptos los Santos quatro Evangelios, y llegando su majestad del rey D. Carlos nuestro señor cabalgando con muchas gentes de á caballo para entrar en la ciudad suplicaron á su majestad que fuese servido de jurar los privilegios é buenos usos é costumbres é ordenanzas de la ciudad. Y su alteza, teniendo puesta la mano en el dicho libro misal, dijo que confirmaba é confirmó sus privilegios é buenos usos é costumbres é ordenanzas de la ciudad, é mandó que se guardasen é cumpliesen según que han sido usados é guardados é cumplidos. E así su majestad entró en la ciudad.
Entre las peticiones de Burgos estaban un segundo día de mercado además del sábado y la de huéspedes. En esta última ponían verdadero empeño, porque la obligación de hospedar gratis et amore a toda la comitiva y a todos los funcionarios de los reyes, cada vez que la Corte venía a Burgos, resultaba onerosísima y en extremo penosa. El rey se hizo el sordo y se marchó de Burgos sin ver que la ciudad principal del reino estaba muy descontenta y el pueblo burgalés muy excitado. Dice Salvá que la ilusión por ceñirse la corona imperial y su afán de conseguir en Santiago el dinero necesario para el viaje, nublaban la inteligencia del joven monarca.

A pesar de las protestas el 31 de Mayo de 1520, se abrieron las Cortes de Santiago. El que presidiera su nuevo canciller Mercurino Gattinara, causó no poco descontento. Burgos envió a García Ruiz de la Mota y Pedro de Cartagena como procuradores con instrucciones muy precisas sobre las peticiones al rey como se ven en los documentos que aquí guardamos: HI-1202 y HI-229

Básicamente lo que preocupaba a todas las ciudades del reino era que se llevasen el dinero de España fuera del reino, empobreciendo el país, y que se ocuparan todos los puestos con extranjeros que, poco a poco, además de arrebatar cuanta riqueza podían, iban alterando las leyes, usos y costumbres de Castilla.

Las sesiones fueron muy agitadas, hubo disputas, intrigas, sobornos, se vio por unos lados mala fe, por otros exceso de confianza, pero el cuantioso servicio que pedía el rey, fue al fin otorgado, en primer lugar y sorprendentemente por los de Burgos, que tenían mandato en contrario.
El pueblo tenía la sensación de que don Carlos simplemente quería obtener el dinero necesario y que todo lo demás le traía sin cuidado. Cuando se anunció que quedaba como regente un extranjero, el cardenal Adriano, desoyendo las peticiones en contra, se produjo ya una rebelión manifiesta en Toledo, dirigida por el regidor Juan de Padilla.
Terminaron las Cortes, ya al fin de mayo, y aquel cegado soberano, viendo como  estaban las cosas, dejando á España como la dejaba y casi oyendo el fragor de las revueltas que se sucedían en diferentes partes, se embarcó tan fresco, tan contento, tan anheloso de echar cuanto antes sobre su cabeza el peso enorme de la imperial corona.
Mientras en Toledo, en Segovia y en Valladolid ardía la rebelión, ¿qué hacía Burgos? Burgos, después de un primer momento de desconcierto y suspense se lanzó como todo el resto de Castilla a la lucha. Cuando los procuradores del ayuntamiento de Burgos trataron de explicar al pueblo lo que el regente proponía hacer, muchas de esas gentes no creyeron esas explicaciones y se lanzaron a la calle a protestar.
Reunido en un momento considerable número de vecinos armados, persiguieron de muerte al Corregidor, que se había refugiado en el convento de San Pablo.
Multitud inverosímil de gente, pero casi toda desconocida, que bajaba de los barrios altos y venía de extramuros, se reunió en la Plaza y en las calles adyacentes; todos llevaban algo ofensivo. Armas antiguas ó modernas, enteras ó rotas, grandes ó  pequeñas útiles ó inútiles, é instrumentos especiales y hasta herramientas.
Esa masa de gente se dirigió al Concejo y allí destituyó a alcaldes y regidores, asumiendo ellos ahora la dirección de la ciudad. En los disturbios que se provocaron quemaron casas de gente principal de la ciudad como García de la Mota, Diego de Soria, Francisco Castellón o el citado anteriormente Jofre de Cotannes. Jofre, que supo de este hecho, huyó de Burgos, pero al encontrase con unos artesanos cometió el error de encargarles
que dijesen á los marranos burgaleses que él volvería y reedificaría su casa con los huesos de los de Burgos
La muchedumbre salió disparada y enloquecida en persecución de Jofre, que se había refugiado en la iglesia de Atapuerca. Lo prendieron y llevado a Burgos pidieron que se le ahorcase sin más. Ante la oposición del nuevo consistorio, un grupo de comuneros exaltados entraron en la cárcel,  llevando a cabo su linchamiento.

La ciudad ardía por todos lados y no parecía tener orden ni quien pudiera ponerla. El nuevo Ayuntamiento a la desesperada propuso que fuera el Condestable de Castilla Íñigo Fernández de Velasco, muy querido en Burgos, quien los gobernara  provisionalmente. El pueblo accedió. Con esta medida muchos de los notables de Burgos, gente comerciante que veía peligrar sus negocios con todas estas revueltas, creían que la venida del condestable solucionaría sus problemas. Ya revelaremos si fue así realmente.

De momento dejamos a un Burgos comunero en plena revolución, con el pueblo echado a la calle contra las medidas de un rey que solo busca esquilmar la nación. Eso sí, con un amplio grupo de la población, los ricos comerciantes, que no están de acuerdo ni con muchas de las peticiones, ni con los métodos empleados. Y serán ellos, esta gente poderosa e influyente, que hasta ahora había gobernado la ciudad, la que poco a poco y en busca de sus intereses, irá haciendo que la ciudad vire su posición hasta ponerse del lado del monarca. Pero eso lo veremos en la siguiente parte.

4 comentarios:

  1. Agradezco este blog o bitácora, muy especialmente si publica artículos sobre los comuneros.

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    Respuestas
    1. Muchas gracias.
      Ya está publicada la segunda parte y en ella tiene el desenlace de lo acontecido en la revolución comunera.

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Gracias por su comentario.