viernes, 29 de mayo de 2015

La vida en sepia

Las imágenes captadas por las primitivas cámaras fotográficas del siglo XIX tienen una magia, un encanto especial que nos cautivan. Ese mundo en sepia hace que nos pongamos soñadores y nostálgicos. Ya nos muestren imágenes de personas o de paisajes tienen el poder evocador de trasladarnos a aquellas épocas. Nos fascina ver de primera mano, sin pasar por el tamiz de la mente de un pintor, cómo vestían esas gentes, cómo era entonces tal o cual calle de nuestra ciudad o cómo han cambiado los tiempos. 
De fotografía sabemos en este archivo. Podemos catalogar a nuestra colección gráfica de excelente y más cuando en 2005 el Ayuntamiento de Burgos se hizo con la colección fotográfica del artista burgalés Juan Antonio Cortés. Aficionado a esta nueva técnica, nos dejó para la posteridad ese Burgos decimonónico que de otra manera no hubiéramos podido conocer de tan primera mano.
Pasa y contempla con nosotros ese Burgos y sus personajes que un día existieron y nunca volverán.


Juan Antonio Cortés y García de Quevedo nació en Bayona (Francia) en 1851. Hemos dicho que era burgalés y resulta que nació en Bayona. Esto fue así porque allí se conocieron sus padres, Felipa García de Quevedo y Toribio José Cortés. Él de Burgos, ella hija de un indiano que había hecho fortuna en México, pero que recaló en Bayona, tras ser expulsado por oponerse a la independencia mexicana. El abuelo de Cortés había colaborado con los franceses durante la ocupación napoleónica y como pago le dieron asilo en Bayona y la posibilidad de rehacer su fortuna. 
Los primeros años los pasó Juan Antonio en Francia hasta que finalmente la familia decidió trasladarse a Burgos a un edificio adquirido junto a la iglesia de Santa Águeda. 

El Burgos que encontró Cortés tenía una gran presencia de curas y militares, era una de esas típicas ciudades que los contemporáneos denominaban como “ciudades de rancho y agua bendita”.
Además en la prensa de la época ya se denunciaba que existían dos Burgos opuestos de “palacios y cabañas” al uno y otro lado del Arlanzón.  Pero que en la obra de Cortés veremos  pocas veces reflejado porque como dice la profesora Lena Saladina:
Apenas se hallan referencias en sus fotografías al margen meridional del Arlanzón, como si solo quisiera mostrar el lado más amable de la ciudad. 
Después de su formación académica por distintas ciudades regresó a Burgos. Se
casó con Josefa Echanove Arcocha, de familia acomodada. Eran tiempos en los que muchos cargos municipales eran vitalicios y heredables y la familia de Josefa ostentaba el de Depositario de los Fondos municipales, que pasó a propiedad de Cortés. De este modo con la tranquilidad de un sueldo mensual pudo dedicarse a sus labores artísticas sin preocupaciones. 
Cortés fue un artista polifacético y además de la pintura de caballete, en la que se empleó con dedicación, dio clases de pintura, ilustró libros, hizo el cartel de las fiestas de 1915, diseñó los uniformes de los soldados romanos y de los ángeles que salen en la procesión del Viernes Santo, intervino en los nuevos trajes de los danzantes y restauró las pinturas de la Sala de Poridad del Arco de Santa María.
Así mismo consiguió que organismos oficiales le encargaran pinturas como la de la reina regente y el rey Alfonso XIII para el Salón de Plenos del Ayuntamiento, y que hoy podemos contemplar en el Palacio de Castilfalé, nuestra sede. 

Pero como hemos dicho al principio la faceta que más nos interesa, sin desmerecer las otras, es la de fotógrafo y por la que le dedicamos esta entrada. Sus fotografías están realizadas principalmente entre 1892 y 1909. 
Como pintor adscrito a la corriente del Realismo, la fotografía le interesó especialmente como un instrumento para captar esa realidad. Adquirió los rudimentos básicos de la técnica fotográfica hasta aprender a hacer retoques de clichés, modificación de negativos y positivos, iluminación, revelado… 

En 1892 compró una moderna cámara portátil que le permitió plasmar no solo
los ambientes familiares y caseros de su estudio, sino salir al exterior y fotografiar todo ese elenco de personajes y paisajes para la posteridad. Se trata de verdaderas escenas costumbristas, documentos valiosísimos en los que estudiar nuestro pasado.

Retrató los eventos más relevantes de la ciudad: festejos, procesiones, acontecimientos destacados, cualquier ocasión en la que sus gentes salían a las calles. Y lo hizo huyendo de los planos generales, de modo que se pudiera identificar a los personajes. 

Escribe Mari Cruz Ebro en Memorias de una burgalesa:
El día del Curpillos […] En el «Compás», antes de la solemne procesión en la que figura el histórico trofeo de las Navas, se organizaba animado paseo. Día de estreno. Competencia de lujosos atuendos, sedas, volantes y gasas …
Y Cortés retrató de manera admirable esta fiesta popular genuinamente burgalesa. 

Pero su interés no se centró solo en capturar las escenas y monumentos de
Burgos, también quiso retratar las gentes y paisajes de las ciudades que visitaba. Y por ello y para regocijo de los ciudadanos de Portugalete, dejó muchas instantáneas de esta localidad y de toda su costa. Gracias a lo cual en marzo de este año el Ayuntamiento de Portugalete organizó una exposición, con un enorme seguimiento por parte del público y de los medios, con las fotos que Cortés hizo en sus viajes a la zona, cedidas por este Archivo.
Ya en 2010 tuvo lugar en Burgos la exposición: la Colección Fotográfica de Juan Antonio Cortés (1851-1944),  con el título: "La memoria entre las hojas”.

Y es que la obra fotográfica de Cortés daría para muchas exposiciones en las que se podrían mostrar muy diversas facetas de las gentes, de los acontecimientos, de los monumentos y de las calles de un Burgos perdido que desde el Archivo te animamos a descubrir ahora, fácilmente, desde nuestro nuevo catálogo en línea.


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