Todo equipo o club deportivo
sueña con tener su propio estadio. Un escenario que contemple los grandes
triunfos, que se identifique además con la ciudad y que congregue a gentes de
cualquier ideología o creencia. Para los hinchas de un equipo es el campo de sus sueños.
El Plantío, pretendió ser ese campo de sueños para la ciudad de Burgos. Inaugurado en septiembre de 1964 fue alabado por todos los periódicos y expertos de la época que lo calificaban de extraordinario y como uno de los mejores de España. Hoy, cincuenta años después, se
nos antoja que esa afirmación ya no es ni de lejos aplicable al estadio que hoy sobrevive, a pesar de ciertas reformas realizadas. Hace tiempo que no vive las glorias de acoger a un equipo en Primera División y los sueños se han congelado, quizá, en los fríos días de cualquier invierno burgalés vivido en sus gradas.