viernes, 2 de febrero de 2018

Cartularios de Valpuesta o las primeras palabras escritas en castellano


La última adquisición para nuestra colección de facsímiles ha sido la réplica de los Cartularios de Valpuesta llevada a cabo por la prestigiosa editorial burgalesa: Siloé Arte y Bibliofilia. 
Los facsímiles son perfectas imitaciones, copias exactas de un documento, ya sea un manuscrito, un impreso, un mapa, una firma, que suele ser antiguo y de gran valor.
El objetivo de tener una colección de facsímiles es la de poner a disposición, no solo de los estudiosos y amantes de libros, sino de todo el mundo, una serie de obras que por tratarse de ejemplares únicos, generalmente no son accesibles al público. 
Tenemos en esta colección de facsímiles títulos muy notables que seguramente también merezcan una entrada en este Blog, pero el hecho de que hasta la fecha sea en estos cartularios donde hayan aparecido las primeras palabras escritas en nuestra querida lengua castellana nos parece motivo más que suficiente para dedicársela. 


Empezaremos por situar a Valpuesta en el mapa y en el contexto histórico en el que se redactaron estos cartularios en su monasterio. 
Vista de Valpuesta
Valpuesta es actualmente una pequeña localidad burgalesa situada en el norte, pegando a la provincia de Álava, en el valle de Valdegovía. Sin embargo, en el siglo IX era lo suficientemente importante como para que Santa María de Valpuesta fuera cabeza de un obispado. Fue el más estable de la corta vida de la Castilla condal pues duró hasta el año 1087, momento en el que Alfonso VI la incorporó como arcedianato al recién creado obispado de Oca-Burgos, siendo el más rico en rentas de los seis que lo componían. Y de aquel rico arcedianato nos queda el testimonio de un magnífico archivo a través de sus dos cartularios, los conocidos como los becerros gótico y galicano.

Con el nombre de becerro se conoce en Castilla a los libros en los que los monasterios y catedrales principalmente, aunque también otras instituciones, copiaron las cartas que guardaban en el archivo para tener una copia de los originales. A estos mismos libros en León y Galicia se les llamó tumbos y en diplomática cartularios. 
Un cartulario puede ser entendido como el archivo de una institución. Son los códices en que muchos monasterios, catedrales, concejos o universidades recogían lo que podríamos llamar “copia de seguridad” de los originales de sus respectivos archivos para preservar con mayor seguridad los derechos y posesiones acumulados por esas instituciones. 
Otras de las características principales de los cartularios son que están realizados como mucho por tres escribanos en un corto período de tiempo y que los documentos están organizados en el libro siguiendo el orden que tenían en el archivo de la institución.
Y aunque a los libros de Valpuesta se les ha denominado cartularios o becerros, en verdad uno de ellos, el llamado Becerro Gótico no cumple con estas características, porque no se trata de una “copia de seguridad” de los documentos, pues aunque es verdad que los documentos de este becerro son copias de otros anteriores – salvo tres originales – se trata de cuadernos y folios sueltos que andaban por el archivo y lo que se hizo allá por el siglo XII fue reunirlos en forma de libro. Es por tanto una reunión facticia de documentos. Ni tampoco cumple con ninguna de las otras premisas pues al tratarse de una recopilación de documentos y no una copia que “pasa a limpio” los documentos que más interesaban, el número de manos que los han escrito supera con mucho el número de tres, pues son 34, y el período que abarca es muy amplio, yendo desde el siglo X al XII. Y tampoco están ordenados, sino que se recopilaron sin seguir ningún criterio cronológico, ni de redacción.
Sin embargo el otro documento, el llamado Becerro Galicano, sí que puede ser considerado como un verdadero cartulario, puesto que es una copia que hizo la colegiata de Valpuesta de los documentos que se contenían en el Gótico. Y además cumple con las otras premisas porque la copia de los documentos fue realizada por un solo copista, Rodrigo Pérez de Valdivielso, canónigo de Valpuesta, y en un corto período de tiempo, en el año 1236. La colegiata decidió hacer esta copia del Gótico, además de para conservar aquellas cartas que pudieran estar deterioradas, porque en el año que se lleva a cabo (1236) la letra visigótica con la que están escritos la mayoría de los documentos del Gótico ya no era fácilmente entendible, por lo que este nuevo cartulario está escrito mayoritariamente con la letra que ya se había impuesto en toda Europa, la carolina.

Por eso se les ha dado el nombre de Becerro Gótico y Galicano atendiendo a las escrituras empleadas en cada uno; visigótica en el primero y carolina o galicana en el segundo. 
Ambos cartularios están en el Archivo Histórico Nacional, en la sección de códices.

El Becerro Gótico consta de 17 cuadernos que contienen 117 folios de muy diferentes dimensiones y grados de conservación. En él intervienen 34 escribas diferentes – 22 visigóticas y 12 carolinas – según nos dice el profesor Ruiz Asencio y su equipo en la edición de 2010 que sobre estos Cartularios llevaron a cabo el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua y la RAE.
Nos dicen también que tienen como singularidad el hecho de que el número de documentos reales o de alta nobleza sea muy escaso. Y por el contrario la presencia de cartas conocidas como de “traditio corporis et animae” - “cartas de entrega del cuerpo y alma” - es mayoritaria, el 75% del total de los documentos. 
En estas cartas lo que se expresaba era la entrega al monasterio de bienes materiales de muy distinta índole (tierras, una vaca, un pajar…) a cambio de poder ser enterrado en él y de asegurarse de que los monjes rezarían por el alma del difunto.
Estas cartas tenían una estructura textual muy simple, tanto que no ponían en ocasiones ni la fecha, por lo que los expertos se han encontrado con una gran dificultad a la hora de datar correctamente muchos documentos, porque a esta falta de fechas hay que añadir que en ocasiones los diplomas presentan fechas erróneas o que su estructura no responde a documentos altomedievales de la época. 
Esta circunstancia, unida al hecho de que dos de sus más antiguas cartas, las fechadas en el 804 – un diploma fundacional del obispo Juan y un privilegio del rey Alfonso II – sean consideradas falsas – por ser escritas a finales del XI - han contribuido a crear un ambiente de desconfianza entre los investigadores. Sin embargo, el estudio concienzudo de trabajos como los citados y otros similares han llevado a asegurar que es en Valpuesta donde hasta la fecha, se encuentran los primeros testimonios por escrito en castellano. Y como apuntamos más arriba, esto mismo ha sido corroborado por la Real Academia de la Lengua. 

En cuanto al Becerro Galicano se trata de la copia del Becerro Gótico llevada a cabo por Rodrigo Pérez de Valdivielso en 1236 y es el que realmente se le puede llamar cartulario. 
Nos dice Ruiz Asencio y su equipo que Pérez de Valdivielso se mantiene fiel a los textos que está copiando, sin introducir ninguna novedad importante, salvo a lo que se refiere a la corrección gramatical sistemática de los textos latinos. Lo que significa que Pérez de Valdivielso hace algo que era práctica habitual en todos los cartularios y pergaminos que se copiaban en los siglos XII y XIII, es decir, corregir aquellos errores gramaticales que encuentra en los documentos que copian. 
Los escribanos del Becerro Gótico trataban de escribir en latín, pero no tenían los conocimientos necesarios, no dominaban ya la lengua latina. Sin embargo a partir de la Reforma Cluniacense, que llega al Reino de León a finales del siglo XI, se produce una elevación cultural de la clerecía, que empezaba por la obtención de una excelente formación en la lengua latina, la única que se escribía. Así estos nuevos clérigos veían lo escrito anteriormente como algo incorrecto que había que corregir. 
“Las modificaciones del galicano se limitan a la mejora del latín. En todo lo demás es un texto fidedigno, con mínimas e insignificantes libertades” .

Habíamos dicho en la introducción que el motivo que nos llevaba a dedicarle esta entrada a los cartularios valpostanos era el hecho de ser en ellos en donde, hasta la fecha, aparecen las primeras palabras escritas en castellano, adelantándose a las Glosas Emilianenses. Y no lo decimos nosotros, así lo avala la Real Academia de la Lengua. 
Algunos de los ejemplos son:
kasa en vez de domus; capo (cabezal) en vez de caput; matera (madera) en vez de lignum; eglesia en vez de ecclesia; Manzanos en vez de pomíferos o pomares; perare (peral) en vez de pirus; y surgen voces como cassios (quesos) o iermanos (hermanos)
La doctora en Filología Románica Emiliana Ramos Remedios afirma que:
A pesar de todos los inconvenientes que este tipo de documentación conlleva […] podemos afirmar que los testimonios romances que ofrecen los cartularios valpostanos son los primeros del romance castellano primigenio, incluso aunque consideremos que los datos lingüísticos que ofrece Valpuesta corresponden más bien a la época de copia de los documentos, que no baja de fines del siglo X en las más tempranas.
El doctor en Filología Hispánica Gonzalo Santonja Gómez-Agero y director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua dice:
La documentación de Valpuesta – donaciones, ventas, permutas, testamentos… - está redactada en latín, pero ese latín de los siglos X y XI estaba tan alejado de la rectitud, presentaba un estado tan evolucionado o corrompido, que deja entrever aspectos y modos propios de otra forma de hablar, de una nueva lengua […] Se puede concluir que la lengua de los becerros de Valpuesta es una lengua latina asaltada por una lengua viva que luego llamaremos castellano
El propio Santonja y otros expertos coinciden en que no se puede afirmar que los Cartularios de Valpuesta nos indiquen que la cuna del castellano sea Valpuesta, lo mismo que ninguna otra documentación prueba que el romance haya nacido en éste o en aquel otro lugar, porque una lengua no nace en un sitio, ni en una fecha determinados, sino que es fruto de una evolución. Pero lo que sí nos dicen estos cartularios es en qué estado de evolución estaba la lengua castellana en ese momento. 

Y es cierto que hoy día los expertos defienden que las lenguas no nacen en un solo lugar, pero lo que nadie duda es que el castellano nació en la primitiva Castilla, en la parte Alta del Ebro – donde está Valpuesta - y así lo sostiene José Manuel Ruiz Asencio, Catedrático de la Universidad de Valladolid:
Es evidente que el castellano nace en la primitiva Castilla en la parte alta del Ebro […] hay que sumar la importancia de la información que aportan centros como Oña, Covarrubias o Cardeña […] Decir que San Millán es la cuna del castellano es una aberración, allí lo que se hablaba era mozárabe. Aquí [en los cartularios de Valpuesta] hay un material con muchos restos de romance castellano que son de finales de los siglos X y XI, mientras que las glosas [Emilianenses] son de la segunda mitad del XI. Las Glosas son un fenómeno maravilloso. Mientras en los cartularios se trata de ver qué expresiones de una documentación latina son romances; en las glosas hay un proceso reflexivo de traducir términos en latín a romance
Y así era, en los cartularios el escriba que copia o redacta los documentos que aparecen en el Gótico pretendía hacerlo en latín, el problema era que no lo dominaba ya suficientemente. En aquel momento existían plantillas, fórmulas para redactar los documentos, pero el problema venía dado cuando el escriba debía enfrentarse a asuntos en los que estas plantillas no podían aplicarse y su nivel de latín no llegaba. En ese caso transcribían esos términos que no conocían en latín en la lengua que hablaban, en castellano. 
Por ello la diferencia con las Glosas Emilianenses es grande, porque en éstas ya hay una intención de escribir en la lengua romance, el castellano, que ya es hablada por toda la población. Estaríamos hablando de fechas cercanas al 1200 como nos apunta Emiliana Ramos. De hecho en el Becerro Gótico ya hay cartas escritas enteramente en romance fechadas en ese año y próximas a él.
Como dice Ruiz Asencio: Valpuesta no es más que un jalón en la historia de los orígenes del castellano. Hay también otras fuentes para su estudio, tal vez no tan voluminosas como la de Valpuesta, pero también muy importantes.
Quizás nuevos estudios sobre otros cartularios aporten nuevos datos sobre el origen de nuestra lengua castellana, patria común de todos los que la hablamos, actualmente casi 600 millones de personas en todo el mundo. 
Por ello en este modesto espacio hemos querido dedicar una entrada a los documentos en los que aparecen las primeras palabras en nuestra querida lengua castellana, especialmente en estos momentos cuando ella es ahora asaltada por anglicismos innecesarios.

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