lunes, 15 de febrero de 2016

Los restos del Cid y doña Jimena (I)

Se va ensanchando Castilla (Marceliano Santa María, 1906)
En el crucero de la catedral de Burgos, en la intersección de las naves, bajo el majestuoso cimborrio, descansan los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, y de su esposa doña Jimena Díaz. Para burgaleses tan ilustres, cuya fama ha llegado a cualquier rincón del mundo, no podía haberse elegido emplazamiento mejor para que disfruten del sueño eterno.
Pero si coincides con este pensamiento, querido lector, tal vez sea mejor que no continúes con este relato, porque aquí contaremos noticias que quizá pongan en duda lo dicho en el primer párrafo. Después de leer esta entrada te harás las mismas preguntas que se han hecho quienes han investigado sobre el tema de los restos de tan ilustre pareja:¿son verdaderamente el Cid y Jimena quienes están enterrados en la catedral?; ¿cuántos de esos restos realmente les pertenecen? Quedas advertido, querido amigo; tú eliges.


Sobre la figura de El Cid no cabe hablar en estos momentos, pues hoy solo nos dedicaremos a relatar los avatares que han tenido sus restos. Pero verás que si el famoso guerrero mucho viajó en vida, no menos lo hicieron sus huesos.

El Cid murió en Valencia en 1099, y en 1102 su esposa Jimena trasladó su cuerpo al monasterio de San Pedro de Cardeña, por tener con este monasterio una gran vinculación. Según la leyenda, el cadáver de Rodrigo Díaz permaneció en este lugar sentado y con la espada en la mano durante diez años, expuesto a la veneración hasta que comenzó a deteriorarse. Cuando su viuda falleció, ambos fueron enterrados en un nicho en la pared al lado derecho del altar mayor.
Y en San Pedro de Cardeña
Junto al santo Pescadore
Me fabriquen un dosal
Con un túmulo de bronce.
Panteón del Cid en San Pedro de Cardeña (Pedrero, 1905)
Desde este entierro hasta 1808, año en que llegan las tropas napoleónicas, el sepulcro del Cid y Jimena sufrió diferentes traslados, como veremos, pero siempre se produjeron dentro del propio monasterio y nada hace sospechar que sus restos sufrieran ningún tipo de sustracción.
Fue sin embargo a partir de ese 1808, tras el terrible saqueo que los franceses perpetraron en la ciudad y sus monumentos, cuando comenzó la dispersión de los restos de ambos nada menos que por Francia, Alemania, República Checa, Polonia y hasta Rusia. Componer la historia de todos los huesos repartidos por estos lugares se asemeja a encajar las piezas de un complicado puzzle que resulta difícil de completar, porque hay piezas que no han aparecido y otras que podrían estar incluso repetidas. Lo vamos a intentar con la ayuda, además de los propios documentos que custodiamos en el archivo, del magnífico libro Los huesos del Cid y Jimena de Barriocanal y Fernández, y lo escrito por autores como Cantón Salazar y Salvá.

En 1272 Alfonso X quiso honrar de una manera más digna a El Cid y mandó construirle un sepulcro de piedra. Desde el mencionado nicho lo trasladó al centro de la iglesia y a su lado su mujer en una caja de madera policromada. Aquí estuvieron hasta que en 1447 el abad Pedro del Burgo derribó la iglesia románica para construir la actual de estilo gótico y removió todos los sepulcros, incluido el del Cid, que pasó a estar frente a la sacristía, asentado sobre cuatro leones de piedra.

En 1541 se realizaron unas obras de reparación y el sepulcro se trasladó al lado derecho del Altar Mayor, mientras Jimena fue colocada en el Claustro. Contra esto, que consideraron una ofensa, protestaron el condestable Pedro de Velasco y el concejo de Burgos quienes, en vista de que el abad no atendía a sus demandas, apelaron al mismísimo rey Carlos I,  que mandó despachar una carta para que su gobernador en España diese cumplimiento a la petición del concejo y del condestable.
 […] vosotros no teniendo consideración á lo susodicho ni mirando á que el Cid es nuestro progenitor y los bienes que dexó á esa casa (el Monasterio de Cárdena) y la autoridad que de estar el ay enterrado se sigue el dicho Monasterio haveis deshecho y quitado su sepultura del medio de la Capilla mayor donde há mas de cuatrocientos años que estaua y le aueys puesto cerca de una escalera y lugar no decente y muy diberso en autoridad é honrra del lugar y forma que estaba.
"Sepulcro del Cid en San Pedro de Cardeña"
publicado por Alexander Laborde en Voyage
pittoresque et historique de l'Espagne
(París, 1820)
De esta manera el emperador ordenó que devolviesen la tumba al centro de la iglesia junto al altar mayor, aunque no fuesen fundadores del monasterio y que ni “agora ni en ningún tiempo se mude de lugar”.

Este último dictamen le quedaba lejos a Felipe V, que además ya era de otra dinastía. En 1736  dio permiso para la construcción de una capilla lateral de estilo barroco la llamada Capilla de los Reyes, consagrada a San Sisebuto, en medio de la que colocaron las tumbas del Cid y Jimena. Es el actual sepulcro que se puede ver en San Pedro de Cardeña.
A esta capilla de San Sisebuto se trasladaron otros 26 restos de parientes y conocidos del Cid, que estaban repartidos por la iglesia. 
Se han hecho varias traslaciones de su cuerpo, más por último están hoy en un magnífico sepulcro en medio de la hermosa capilla de San Sisebuto, donde en sus paredes están los panteones célebres de todos los parientes del Cid que comprenden los reyes y grandes de Castilla, León, Aragón y Navarra.
Ésta parecía ser ya su estancia definitiva, y ahí permanecieron hasta el fatídico año de 1808. El 10 de noviembre de ese año tuvo lugar la Batalla de Gamonal en la que el ejército aliado fue totalmente vencido por el francés. Napoleón llegó al día siguiente y al no poder abastecer a sus tropas consintió el saqueo de la ciudad, que fue absoluto. El espectáculo debió ser dantesco. En su libro Burgos en la Guerra de la Independencia escribe Anselmo Salvá:
Las tropas francesas estuvieron en aquellos días 10, 11 y 12 de nov. de 1808, en San Pedro de Cardeña  […]  y diciendo que nos traían la cultura que no teníamos, no respetaron el sepulcro del capitán entre capitanes y caballero entre caballeros, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid. No solamente destrozaron su sepultura, sino que revolvieron los huesos del invicto burgalés y los de su esposa, los esparcieron después por el suelo y allí los dejaron, profanados y en completo abandono…
Los soldados buscaron por los monumentos de la ciudad y alrededores todo aquello que tuviera valor. Y pensando que dentro de las tumbas iban a encontrar formidables tesoros o cualquier objeto valioso, se dedicaron a profanar todas las que encontraron a su paso. Cabe mencionar que solamente la catedral se libró de tan ambiciosa turba. A partir de este momento, con el monasterio de Cardeña abandonado, todo lo que en él se contenía quedó a merced de quien quisiera coger algo. Y la tumba del Cid no se libró de ello. Una vez abierta, los soldados primero y como relataremos otros muchos después fueron cogiendo los objetos y restos que en ella había.
El intendente del ejército francés en España Pierre Durand escribió a su esposa el 13 de diciembre de 1808:
Ayer estuve en el convento de San Pedro. Llevaba yo a esa visita un sentimiento de veneración hacia el monumento consagrado a la memoria del Cid y de Jimena, y me afectó dolorosamente ver las tumbas de tan ilustres personajes devastadas y los huesos esparcidos […] Pero hoy o mañana estos heroicos huesos serán recogidos y devueltos a la paz de su sepulcro; por lo menos eso me han dicho y velaré por que así sea.
Llegué a ese monumento dos días después del día en que había sido demolido. El mármol que lo cubría estaba en dos piezas; la primera representaba al Cid, la segunda a Jimena, y reposaban el uno al lado del otro. Los soldados removieron las dos tumbas esperando encontrar algún tesoro, pero solo encontraron huesos [...]  Hice buscar entre los escombros, los cráneos de las dos ilustres cabezas; fueron encontradas bajo cada una de las piezas sepulcrales y de cada uno tomé un trocito que conservaré preciosamente.

Así empezamos ya a tener testimonios escritos de personas que declaran haberse llevado algún resto del esqueleto del Cid y de Jimena. Pon atención, lector, porque la lista va a ser larga. El de este intendente sorprende por la veneración que siente por el héroe castellano, y sin duda lo conocía sobradamente. Daremos más testimonios de este tipo, atestiguando como decíamos al principio que se le conocía y admiraba por todo el mundo. Por otro lado, los deseos del intendente no se cumplieron y ni los huesos fueron devueltos a su tumba, ni ésta se cerró.

Apuntes sobre las espadas del Cid
(Archivo Municipal de Burgos, Fondo Cantón Salazar)
De hecho el día 15 de diciembre llegó a Burgos una Comisión del Cuerpo Legislativo francés para felicitar a Napoleón por los éxitos en España y agradecer que les hubiese enviado las banderas ganadas en la Batalla de Gamonal. Componían esta Comisión el príncipe Salm-Dyck, el conde Girardin y el señor de Delamardelle. Les acompañaban el director general del museo, el señor Denon, Laborde, Zix, el intendente del ejército Denniée y el doctor Desgenettes. El emperador ya no estaba en Burgos cuando llegaron y, debido a que los caminos hacia Madrid se habían vuelto peligrosos para cualquier francés, decidieron pasar unos días en nuestra ciudad, aprovechando para visitar lugares como Cardeña y recoger algún que otro “souvenir”. Cuando el día 26 de diciembre partieron hacia Madrid, con ellos viajaron también parte de los huesos del Cid y Jimena.

Veamos lo que escribió en su diario Salm-Dyck:
Tuvimos ocasión de ver lo que la ciudad y sus alrededores tenían de destacable y fue así como visitamos la cartuja de San Pedro de Cardeña. El inmenso convento fundado por el Cid y por Jimena, que conserva sus sepulcros, Había sido saqueado y devastado tras la batalla de Burgos […] y la tumba del Cid y Jimena no había escapado a la destrucción […] solo diré que a mi regreso a París, hice construir un sarcófago muy parecido al de San Pedro de Cardeña, en el que conservo los huesos del Cid y Jimena descritos en el acta y que traje devotamente de España.
 En el acta certifica que lo que se llevó fue:
De este sepulcro abierto extrajimos, del compartimiento de la derecha donde había sido inhumado el Cid, el hueso de la mandíbula inferior, con sus dientes; un fragmento del cráneo del lado de la oreja, y otro que formaba el occiput, además de otros pedazos […] También tomamos del compartimento de la izquierda del sepulcro, donde yacía Jimena, el esternón y los dos fémures y muchos trozos de la caja, casi reducidos a polvo.
 Nos encontramos, pues, ante otro devoto del Cid, pero a veces tanta devoción, puede llevar al exceso.
A estas alturas ya no habría nada de lo que en 1541 se describió al abrir la tumba en aquel traslado:
Abierto el sepulcro se vio una caja de madera tachonada de clavos dorados y dentro de ella el cuerpo del Cid, casi deshecho, envuelto en un paño labrado á lo morisco, dice la memoria, y á los lados, aquellos dos objetos mas apreciados del soldado, á los cuales quedaba unido en el acto mas grande de su vida, el de ser armado caballero: es decir, la espada y las espuelas.
 Dice Cantón Salazar que de los objetos íntimamente relacionados con el Cid hoy sólo puede contemplarse la carta de arras, conservada en el Archivo de la Catedral, y sus espadas: la controvertida Tizona en tiempos de este autor, según su testimonio, en posesión de los marqueses de Falces y hoy en el Museo de Burgos y la hoja de la Colada, en la Real Armería. 

Todavía queda mucho por contar. Hemos de volver a lo acontecido en Burgos para saber qué más les sucedió a los restos de nuestro héroe y esposa durante la ocupación francesa. Pero eso lo contaremos en la próxima entrada.

3 comentarios:

  1. Se dice "según la leyenda".
    Si todo lo escrito está basado en estos documentos, solo queda creer en la veracidad de lo que en ellos se dice, ¿hay algo que lo garantice?.
    Si lo que sabemos de la vida del Cid es lo que se dice en la Leyenda y el Cantar del Mío Cid, ¿esto si que es cierto?. Me alegraré de que así sea ya que según se dice no hay más que una docena de documentos auténticos y algunos ofrecen dudas.
    De todos modos el Cid es y seguirá siendo el más ilustre caballero de Burgos y orgullo de los burgaleses, esté enterrado donde quiera que esté.
    Mis felicitaciones a los autores del reportaje. Gracias.

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  2. Creo que en este reportaje (y en el segundo) no ha quedado lo suficientemente claro que absolutamente todos los datos que comentan y las citas,(incluso las de Cantón Salazar y Salvá) están directamente sacados del estudio que los ha reunido, ordenado y relacionado, que es el libro de Barriocanal y Fernández "Los huesos del Cid y Jimena, expolios y destierros". El autor de estos reportajes se limita a parafrasear, resumir y copiar lo que en el libro se expone. Al autor quisiera decirle que Barriocanal y Fernández consultaron (y citan) muchos documentos procedentes del Archivo Municipal y cientos de otros documentos procedentes de muchas otras bibliotecas y museos de muchos países, traduciéndolos y ordenándolos después. Así se consiguieron publicar datos hasta entonces inéditos de personajes y expolios (casualmente los que el autor de estos reportajes cita), pero siempre con una referencia escrupulosa a las fuentes de donde proceden los datos. Alguien que publica en nombre de una institución como el Archivo Municipal debería también decir con la verdad por delante, no que va a "intentar" recomponer el puzzle "con la ayuda de un libro", sino más bien que va a resumir y parafrasear el libro que recoge la exhaustiva investigación que intenta recomponer el puzzle. Las imágenes de este artículo, en cambio, sí han sido aportaciones del autor.

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    1. Como puede comprobarse en el propio cuerpo de la entrada se cita expresamente la obra mencionada en el comentario, 'Los huesos del Cid y Jimena' de Barriocanal y Fernández, a la que calificamos de “magnífico libro”. Evidentemente, un post es un texto de factura muy diferente, en el que no cabe todo el aparato crítico que lógicamente encontramos en su valioso trabajo de investigación.

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Gracias por su comentario.